Los antibióticos son medicamentos diseñados para eliminar bacterias o frenar su crecimiento. Aunque pertenecen a un grupo más amplio llamado antimicrobianos, su eficacia se limita exclusivamente a infecciones causadas por bacterias. No son útiles contra virus ni hongos, a pesar de que muchas veces se utilicen de forma incorrecta.
Infecciones bacterianas: cuándo sí usar antibióticos
El uso de antibióticos está justificado solo cuando existe una infección bacteriana diagnosticada. Las enfermedades infecciosas continúan siendo una causa importante de complicaciones y muertes en nuestro país, lo que hace que su uso adecuado sea una cuestión de salud pública.
¿Por qué es difícil desarrollar nuevos antibióticos?
En los últimos años, desarrollar nuevos antibióticos se ha vuelto un gran desafío por varios motivos:
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Es complicado encontrar compuestos que maten bacterias sin dañar al ser humano.
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El proceso de investigación, desarrollo y aprobación es largo, costoso y con bajo éxito.
Esto hace que conservar la eficacia de los antibióticos actuales sea más urgente que nunca.
Automedicación: una práctica peligrosa y extendida
La automedicación con antibióticos consiste en tomarlos sin receta médica ni indicación profesional. Muchas personas utilizan medicamentos sobrantes o piden consejo a familiares y amigos, sin saber si realmente se trata de una infección bacteriana. Esto contribuye al desarrollo de resistencia bacteriana, un problema de salud global.
¿Qué es la resistencia a los antibióticos?
La resistencia bacteriana ocurre cuando las bacterias se adaptan para sobrevivir a los efectos del antibiótico. Cada vez que usamos este tipo de fármacos, eliminamos las bacterias más sensibles, pero pueden sobrevivir algunas que luego se multiplican y se vuelven más difíciles de eliminar.
Algunas bacterias desarrollan estrategias para resistir los tratamientos, como:
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Modificar los receptores donde actúan los antibióticos.
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Crear mecanismos para expulsar el medicamento.
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Hacer su pared celular impermeable.
Este fenómeno, aunque natural, se ve acelerado por el mal uso en humanos, animales e incluso en la industria alimentaria.
Principales errores en el uso de antibióticos
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Usarlos para tratar virus, como resfriados o faringitis.
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Conservar antibióticos sobrantes y utilizarlos sin diagnóstico médico.
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Interrumpir el tratamiento antes de tiempo, cuando los síntomas mejoran.
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Uso en agricultura y ganadería, lo que introduce restos de antibióticos en la cadena alimentaria.
Todos estos factores contribuyen a la aparición de cepas resistentes, más difíciles de tratar y con mayor riesgo para la población.
El papel clave de las farmacias y profesionales sanitarios
En España, los antibióticos no pueden dispensarse sin receta, precisamente para evitar el uso irresponsable. Los farmacéuticos y técnicos en farmacia son figuras clave para informar, educar y asesorar sobre el uso correcto de los medicamentos.
Conclusión
El mal uso de antibióticos pone en riesgo no solo tu salud, sino la de toda la sociedad. Automedicarse nunca es una opción segura. Acude siempre a profesionales sanitarios y sigue sus indicaciones al pie de la letra. Solo así podremos frenar la propagación de bacterias resistentes.
Bibliografía y fuentes
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